Bien, recapitulando ya estaba el vino estabilizado y almacenado esperando para embotellar con las mejores condiciones de temperatura, ausencia de oxígeno y con los debidos controles. Cuando hace falta embotellar otro lote se toma una muestra se analiza y se cata.
Puede ocurrir que todo esté perfecto, quizás añadir algo de SO2. Pues se añade, se homogeniza y vuelta a muestrear ¿Todo OK? Pues a la botella. Reitero, puede ser tan fácil como enganchar una manguera y listo, o lo mismo hay que mandar a algún depósito pulmón o nodriza. En este último caso hay que conocer el aporte de O2 que puede resultar del trasiego, la posible disminución de SO2 y anticiparlos. Comprobar y, si está todo bien, adelante.
También se puede dar la circunstancia de que algo no esté conforme, se supone que cualquier bodega, sin importar tamaño, posicionamiento o segmento del mercado a que se dirija, debe tener todo esto perfectamente definido, escrito y estandarizado. O sea, con valores máximos y mínimos, persona responsable y acciones tomar en su Manual de Calidad, de Buenas Prácticas, Plan de Control, Cuadro de Mando del Proceso Enológico o como se le quiera denominar. No se entiende que haya que montar una reunión, o un comité de crisis, para decidir qué hacer si el O2 disuelto en un depósito es de 3.5mg/l.
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