El caso del vino rosado es digno de estudio. En el pasado fue un subproducto de la elaboración de vinos tintos, tras el encube se extraía un parte de mosto “manchado” -con el fin de obtener un tinto más concentrado- y se fermentaba por separado, o bien era elaborado en zonas, o viñedos, cuya maduración era difícil o con variedades que no se consideraban suficientemente “nobles” para la elaboración de tintos. Y fue así durante mucho tiempo, en el mejor de los casos se obtenía un vino agradable para tomar fresco en verano y totalmente desligado de la gastronomía.
Poco a poco su elaboración se ha ido sofisticando: maceración prefermentativa en frío durante un tiempo limitado, prensado directo y sangrado directo y tecnificando, con el fin de mimar el delicado mosto “manchado” y aplicando levaduras específicas. Han ganado complejidad mediante el blending de diversas variedades siendo Pinot Noir , Syrah , Garnacha , Merlot , Malbec , Cabernet Sauvignon , Tempranillo , Sangiovese y Zinfandel las más habituales. El resultado son vinos para todo el año sofisticados en nariz, muy ligeros de taninos y una acidez fresca que marida en reuniones desenfadadas, como recomienda Los Angeles Times, o distintas recetas que sugiere Food & Wine, o como sintetiza el blog de Ovinum.
A remolque del caso de éxito de los rosados provenzales, lo que era casi un subproducto, se ha convertido en un vino de moda, para disfrutar todo el año y extraordinariamente posicionado en el mercado. El coupage de Carignan, Cinsaut, Grenache, Mourvèdre, y Syrah, junto al expertise de muchos años haciendo las cosas bien se ha convertido en un modelo a imitar. The Art of Blending Wine de sus enólogos ha tenido mucho que ver con ello.
Me encanta el vino rosado! y en sintonía con lo que decís, es muy común encontrar buenos vinos rosados en la góndola del supermercado a bajos precios, es que el consumidor, en general los ignora.