Artesanía, arte e industria

Hace mucho tiempo que no veo a Arturo Cebrián, damasquinador jubilado. Cada vez que acudía a su pequeño taller/tienda, muy cerca del impresionante Monasterio de San Juan de los Reyes, era una gozada ver su trabajo y escuchar su conversación. Estudió dibujo en la Escuela de Artes y Oficios de Toledo y a partir de ahí comenzando de aprendiz llegó a ser un artesano cotizado y respetado. Poco a poco con tiempo, paciencia y talento. Me alucinaba ver cómo, sin dibujo previo, cuadraba las elegantes simetrías de sus obras al milímetro. Todo estaba en su cabeza.

También conozco a Miguel Echauri, anciano pintor navarro que, tras una vida casi de aventurero, volvió a su tierra donde goza de un merecido prestigio. Sus obras de tonos cálidos, contrastes y atmósferas agobiantes reflejan paisajes inventados y bodegones que hipnotizan. Siempre me ha comentado lo mismo: lo más difícil es “imaginar” el cuadro. Lo demás lo dan el tiempo y el trabajo. Su fundación en Pamplona, en la calle San Antón 6, es una visita obligada para los amantes del arte.

Otros amigos son empresarios ajenos al mundo del vino. Con algunos, como Santos, he crecido y he visto como crecían sus negocios; partiendo de un humilde chamizo han llegado a ser industrias dotadas de las últimas tecnologías. Con pasión me han ido mostrando cómo crecían sus empresas, cada nueva máquina, cada ampliación, cada traspié, cada traba burocrática. También cómo ampliaban horizontes, exportar, consolidar clientes y mercados. Trabajo, tiempo, riesgos, sacrificios personales y familiares, conocimiento técnico, rodearse de buenos profesionales y mucho esfuerzo ha sido su receta.

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¿Y a qué viene todo esto? Pues a que da envidia el mundo de la cerveza, mucho menos regulado que el nuestro, con monstruos industriales con gran capacidad de inversión, de producción y de marketing, pero en el que tienen sitio propio marcas regionales, locales y artesanas. Como producto me gustan las cañas bien tiradas o las cervezas envasadas suaves de trago largo y refrescante, no necesito más, pero he visto en regiones europeas de “cultura” cervecera la variedad de productos que hay en el mercado y no parece que estén peleados y cabreados permanentemente.

Aquí sin embargo si no ponemos verde al vecino no existimos. Los mismos que claman al cielo por lo que paga el “industrial” al viticultor no compran un puñetero kilo de uva o si lo hacen las exigencias que ponen al productor son tantas que este desiste. Del otro lado de la barricada su capacidad de influencia les lleva a controlar órganos reguladores y organizaciones profesionales desde las que menospreciar al pequeño que busca su sitio en el mercado o tirarse los trastos entre ellos. Del viticultor independiente mejor no hablar, no tiene quién le ampare.

No hay lugar para las medias tintas o estás con la “industria” o estás con el artesano. Si juzgas de manera positiva un vino popular de menos de 5€ eres un vendido para unos, si pagas 25€ por un vino de tirada moderada eres un snob para otros. Aquí no se hacen prisioneros.

Se habla continuamente de digitalización, modernización, sostenibilidad, ecología, resiliencia, viticultura de precisión, internalización, “premiumización”, I+D+i, vinos naturales, de mínima intervención, limpios, veganos,  de pueblo, de finca, de parcela… ¿de cepa será lo próximo? ¿Por qué no simplificamos el negocio como los cerveceros?

Tiempo y recursos empleados en jornadas técnicas, seminarios web, centros de investigación punteros  que dejan la sensación de no ser útiles para unos o directamente despreciados por otros.

Y hay alternativa porque en España hay artesanos del vino como Arturo, artistas como Miguel y empresarios como Santos.

Acerca de Javier Escobar de la Torre

De origen toledano, Madridejos 1960, me nacieron al lado de la modesta bodega de mi abuelo Isidoro, tras una noche de "monda" de rosa del azafrán. Estudié Químicas en la Complutense especializándome en Química Industrial. Tenía claro que la ciencia sin un fin práctico no me interesaba. Entré cómo "colaborador voluntario" en "El Encín". Era la época de transferencia del INIA a la Comunidad de Madrid y estaban montando, dirigido por Mariano Cabellos, un laboratorio de vinos. Me becaron el Curso Internacional de Viticultura y Enología que dirigía D. Luis Hidalgo y para saber más está LinkedIn http://es.linkedin.com/in/javierescobardelatorre. Desde siempre he estado ligado personal y profesionalmente al sector vitivinícola y ahora, en tiempos duros, estoy intentando ayudar a empresas del sector a ponerse al día.
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